lunes, 23 de septiembre de 2013

Muchas veces, por no decir toda nuestra vida, nos invade ese proceso mental, esa turbación, perplejidad, desasosiego, equivocación, abatimiento, producto de la confusión.
Diría que es tan maligno y a su vez común, como el mismo Miedo, pero con otras aristas.
Es doblemente traicionera: si estamos en un estado confuso de noción, no podemos determinar si lo estamos, por el estado en sí; tampoco podemos evocar a buscar respuesta o esclarecimiento por no tener noción que se está muy confundido.
Muchos dirán, quizá, que la experiencia pule al individuo con situaciones, pensamientos y conclusiones a los que llegó transcurrido el tiempo que la atañe, pudiendo apelar a ellas para disolver confusiones o malos juicios sobre algo o alguien. Pero creo que en realidad es que todo se renueva y se mezcla en constante movimiento entre las personas, inclusive ellas también. Los hechos e ideas cambian, se olvidan, se oprimen, se aceptan, se coordinan, se encadenan, de desatan en cada aspecto que nos constituye cada día, por lo que nadie podría valerse de lo vivido en consecuencia a la estela que deja el presente hacia lo desconocido e incierto..
La confusión nos acosa tan seguido como el hambre o el sueño.
Se manifiesta en momentos cruciales o de pleno goce.
Se vive una desaventura diaria no siendo consciente de que no se sabe nada de nada en un mundo servido con todo; la certeza no existe..



 Y lo que yo pueda o no creer, o lo que yo llamo realidad, sencillamente debe estar mal..
.. quién escribe sobre confusión - tiene que estarlo_




El bosque se abre y te invita a morir o renacer.

martes, 16 de abril de 2013

B de Bosque

Como siempre pasaba, ninguna inteligencia supo cuando otro viejo árbol se derrumbó sobre su peso muerto, en el bosque del monte.
Era un árbol tosco y estéril en la gracia de la naturaleza; torcido y desproporcionado; descolorido; deforme. Ninguno compartía sus raíces con él; ningún vecino entrelazaba sus ramas. Estaba a más distancia de lo normal que los otros entre ellos.
Aislado en el conjunto, tuvo el espacio para vivir prolongado y pleno. 
Sin frutos y de rara textura, tampoco los animales anidaban ni se aproximaban; como siguiendo una lógica instintiva por el entorno, eran esquivos hasta de su sombra.
Anti natural en lo natural, muchas generaciones del bosque estuvieron en su lento decrecer.
La sabia que su fotosíntesis producía era espesa, por lo que el árbol desarrolló extrañas cavidades dentro del tronco al envejecer. Por eso, un otoño, su colapso fue instantáneo.
Tres días reposó  solo, entre todos los complacidos.
Pero su singular y nutritiva madera se descompuso tan rápido en la sequedad otoñal del monte, que dentro del claro de lo que fue su vida y su muerte, produjo una enorme cantidad de yesca con ramas sin humedad.
Sólo bastó esperar el cenit de otro medio día más, para avivar el fuego de la venganza.