Los caminantes se detenian en seco tras adentrarse pocos pasos,
con palpitaciones y un sudor frío en las gélidas brisas que,
repentinamente, los invadian.
Las calaveras eran estremecedoras, pero no significaban la ausencia de vida
o pronosticaban peligro, ni muerte.
Eran rostros sin músculo; frascos vacios que encerraban
infinidad de cosas posibles, océanos anchos y profundos de creatividad,
entendimiento, memoria e interpretación de su existencia eterna
por ser parte, todos y cada uno, del bosque.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario